Los fotogramas y el audio

Los fotogramas y el audio

Puede que todo haya cambiado tan rápido y tanto, que vaya a mi propia zaga. Que los fotogramas se hayan desfasado del audio de mi película y que mire con asombro mis pies moviéndose rápido pero en silencio, o con los sonidos de ayer. O más bien como si el encuentro de esas dos velocidades generara una costra, dejándome a un lado y otro de la misma viviendo dos realidades a la vez.

El caso es que hoy hemos ido a una poza chulísima a bañarnos con la nueva pandilla. Una pandilla divertida, que ha surgido como por arte de magia y de la cual hoy era el único miembro adulto, al menos en apariencia.

Mientras subíamos los riscos entre berberechos (a Hugo lo de que en realidad se llamaran helechos no le ha parecido suficientemente sugerente como para asimilarlo), el guía del grupo (11 años) me explicaba que el dinero que estaba ahorrando era para la universidad y para comprarse una colchoneta para practicar mortales.

Y eso me ha parecido un bálsamo de paz porque en ese momento he decidido que tenía licencia más que justificada para sentirme pequeña por una tarde, volver a sentir la libertad de estar en manos de otro por un rato, de no tener el volante agarrado sin descanso, aunque este otro no tuviera ni la adolescencia encaminada.

Ese pequeño detalle me ha parecido que estaba compensado totalmente con un control de sus propias finanzas que ya quisiera yo para mis 44 castañas. “Si es capaz de ahorrar, digo yo que será capaz de decidir si esta excursión a donde Cristo perdió las chanclas, a las 19h, coincidiendo con la caída del sol, con un niño de 6 años y mi cadera renqueante es adecuada o no”, me he dicho para mis adentros desde la parte interna de mi costra. Y ya me he dejado llevar. Ha sido muy chulo.

Mañana empezamos el cole y mientras cenábamos, Manuela me ha dicho: “¿sabes, mamá? Cada vez más, cuando entro por la puerta siento que estamos en casa”. Y aunque sé que nos queda camino, que nos quedan vacíos, los fotogramas y el audio están predestinados a encontrarse. Y va a ser la leche.

Sobre la autora (o sea, yo)

Sin comentarios, snif

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *