Si no soy esa, ¿quién soy?
“Antes de que pueda decirle a mi vida
lo que quiero hacer con ella, debo escuchar
a mi vida contándome quien soy”.
Parker Palmer
Si no soy esa, ¿entonces quién soy? Sin duda, la primera respuesta a esta pregunta tan difícil es “no lo sé”. No tengo ni la más remota idea de cómo contestarla y ni siquiera, si lo pienso profundamente, sé exactamente cómo se define a una persona.
¿Soy lo que se ve? Es decir, ¿soy esta materia que aparece delante del espejo, con dos brazos y la cabeza encima de la montaña? Aún describiéndome centímetro a centímetro con una exactitud rigurosa, ¿estaría dejándome algún resquicio sin contestar? O sea, ¿sería una definición completa de mí o le faltaría una parte? ¿Mis dedos me hacen ser? ¿Es mi color de pelo el que me responde a mi pregunta? No lo sé bien.
Lo mismo, por el contrario, lo corpóreo sobra. Es una peculiaridad que me acompaña pero que está fuera de mí y por tanto, no me construye, solo me complementa. Porque el verdadero yo vive dentro de algún lugar en este cuerpo, o quizás suspendido en el universo con pinzas y por tanto totalmente libre de la materia, aunque rodeado por ella. Como el plástico que rodea el cobre de un cable que lleva corriente desde un punto a otro pero que no forma parte en absoluto de esa corriente. Somos quizás la conexión intangible que conecta el lugar donde estábamos antes de nacer y al que nos iremos cuando muramos. Somos lo que fluye entre medias de estos dos sitios que no conocemos, pero en los que hemos estado o estaremos. En ese caso, ¿cómo lo explico?
Puede que me de defina mejor qué quiero. El deseo como construcción del yo, no sé si me gusta. Ser lo que deseo… es extraño si lo pienso, porque el deseo parte de un yo que debió existir en origen sin deseo, para poder generarlo luego. Se necesita un yo para desear y un deseo para un yo. Sería como el huevo y la gallina y me parece demasiado demagógico para que sea cierto. El deseo entonces es una característica del yo, pero no sé si lo que lo define.
Puede que seamos sentimiento y por tanto, volubles. La respuesta a la pregunta inicial sería imposible de dar porque en cada momento somos algo diferente. Además, ahora mismo esta definición no me viene bien. No puedo pensar que soy tristeza porque hace unos meses, ya ni me acuerdo, no lo era. Era otra cosa, algo que ya dejé atrás. Seré algo diferente mañana, seguro, y no sé muy bien si el yo puede ser tan cambiante. El yo suena a algo sólido, algo que persiste a los bamboleos del destino, lo que subyace. La roca que hay que modelar a base de cincel y con esfuerzo, no con viento. El viento pasa por la roca y ni la mueve, ni la calma, ni la altera. Esa roca puede que sea la que tengo que encontrar en algún lugar para saberme y poder así definirme.
También puede que seamos pura controversia, confrontación, opuestos. Que para ser algo tienes que rebotar en una superficie que aglutina todo lo que no eres. Por eso, como me ha pasado a mí, cuando desaparece la pelea, dejas de existir y te quedas quieta en un páramo sin relieve y sin árboles. Sin noche, sin aire, sin ruido. Desapareció la brújula porque ya no sabes ni siquiera en qué dirección caminar para escapar de algo, de eso con lo que estás peleada. No hay punto de referencia ya. ¿Hacia dónde caminar?
Pero, ¿y lo que me mueve? ¿Podría eso salvar este ejercicio y darme por fin la respuesta que busco? ¿Soy lo que me hace caminar? Primero, cuando nacemos, puro instinto: comer, beber… lo básico. Luego, más adelante, moverte con conciencia. Pero ahora que lo pienso, entre lo que me hace caminar y lo que deseo, no hay mucha diferencia y ya he pensado que definirse a través del deseo es raro. No obstante, si ha salido dos veces como posible respuesta, quizás haya que darle una vuelta.
Entonces, por pura matemática “quién soy = qué me mueve”. No, no me convence del todo pero da igual. Por ahora me sirve para avanzar así que allá va, ¿qué me mueve?:
- Mis hijos. Quiero ser esa persona de la que se acuerden con cariño y que les ha ayudado a construirse como personas capaces. Quiero ser amorosa para ellos, cobijo, quiero que exista una conexión entre nosotros irrompible. Quiero vivir mucho para estar con ellos.
- La escritura. Quiero escribir, pero sin tener que triunfar. Es decir, quiero hacerlo tranquila, sin agobios, sin presión. Pensar que tengo que hacerlo bien me agobia. Pensar en que es una meta, me colapsa. Quiero no tener que hacer las cosas bien, ni que todo sea un plan. Quiero incluso poder no hacerlo hasta que no me de la gana.
- Quiero viajar, ver mundo. A veces sola, a veces acompañada, depende. Viajar tranquila, sin obligaciones. Necesito salir, pero no del pueblo, sino del entorno. Para eso tengo que tener primero mi casa a la que volver y solucionar el tema económico.
- Quiero ilusionarme otra vez.
Soy pocas cosas, me doy cuenta. Tampoco estoy segura de que estas cosas me definan como yo, pero da igual. Este texto está siendo demasiado largo y quiero irme a la cama.
Pensar en mi yo a las 7,30 es distinto que pensar en él de madrugada
Ahora soy café, pajaros piando y silencio en la calle
Soy yo a secas, con mis pensamientos
De mañdrugada ya es otra cosa. De madrugada soy un átomo insignificante, con mis recuerdos, con mis penas, con los besos y abrazos dados, pero un yo que si chocara contra otro y se transformara, pocos recordarían. Sería la chica rubia de ojos, simpática a veces, otras ausente. Aquella que sabía hacer un poco de todo y nada de mucho. Sería una huella en la orilla del mar que poco a poco desaparece y cuando vuelves amirar ya no está ni eres capaz de recordar donde estaba. Esa soy yo
Hermosura, eso eres. Hermosura que escribe estas cosas tan bonitas y que se atreve a escucharse, a pararse a pensar. No desaparezcas, o hazlo muy tarde, cuando toque y haya pasado mucho tiempo. Y escribe estas cosas tan bonitas para que nos sintamos acompañadas las que muchas veces nos sentimos también como esa huella en la orilla. Sí señora, pensar en mí por la mañana es muy distinto a pensarlo a él de madrugada. Eso me ha llegado al alma, compañera. Gracias por abrirme esa ventana a expresar lo que no sabía que sentía. Abrazos.
Jolines, pues si nos definen nuestros deseos, aunque tomemos está teoría por una cuestión de probabilidades, que maravilla tener pocos y tan valiosos. Mis deseos son prácticamente iguales y me gustó la idea de verme a través de ellos y descifrar que cosas cuentan sobre mi. Gracias por escribir.
Y yo sin ver estos comentarios… ¡cabeza mala la mía! Me gusta esa idea de que los deseos nos conecten, de alguna manera. Es como descifrar que en el fondo, somos todas agua y barro y que nos mueven las mismas cosas, con matices. Por eso, creo que hacemos tanta red a lo largo del planeta. Gracias a ti por leerme y por dejar este precioso comentario. Un abrazo enorme.
¿Soy mis deseos? No, SOY porque deseo. y deseo porque hubo un momento distante en el que me configuré en un yo que ha perdido algo. Es mi origen, soy un agujero. Una falta. ¡Vaya! es demasiado lacaniano para esa renacentista que quise ser.
Igual detenernos a pensar en eso que somos es acariciar el agujero que nos convirtió en lo que intentamos ser. Yo, a veces, me miro liviana y voladora, otras lastrada hacia el abismo, como si mi cuerpo pesara tanto, que me impide elevarme más arriba de mis pies.
Menos mal que entre tanto desdibujo, se vertebra un alma que sueña, y el hilo de voz da paso al torrente. La sangre circula caliente y me levanta con una energía inusitada, como si, a modo de Matriuska, tras esa primera capa empedernida, existiera otro yo que se inventa empujado por la lista de “cosas que me mueven”.
Saludo la fortuna de saber que, al menos en este universo de palabras, volvemos a coincidir y que compartamos esa lista breve que, aunque no nos define, nos nombra. Te abrazo