Una red donde miro y están ellas
Atentamente, suya.
Suya, tuya, para lo que se tercie.
Este es mi equipo, estas son mis herramientas y he construido con el tiempo estos andamios, que te ofrezco por el ahora que nos ha juntado. Y en los tuyos me apoyo, con la mano sobre el hierro caliente por el sol que ardes. Te cuento, no había venido a eso exactamente pero te cuento, porque tu escucha me aspira y me convierte en chistera. Salen mis dentros y son pájaros, a veces conejos, pañuelos de colores y también seda negra. Y me encanta ver cómo celebras todo, como si yo estuviera perfectamente hecha de trozos que encajan sin esfuerzo. A mí también me parece que tú eres eso.
Últimamente siento que la certeza de ser mujer me ha atornillado al suelo, he dejado de flotar. Sobre todo cuando me junto con otras mujeres y veo lo grandiosa que es la población que sumamos. Vaya tela, ¿no? ¿Cómo puede ser?
Claro que hay muchachas de las que saldría huyendo con una brújula, para asegurarme de ir siempre corriendo en dirección de alejamiento, pero no son tantas, no os creáis. Las demás me demuestran que existe una capacidad, diría que innata, que nos recubre a todas como una manta infinita y que nos convierte en casas a las unas de las otras. O eso, o yo tengo mucha chiripa de encontrarme a mi alrededor mujeres que me dejan estupefacta con sus tejados.
Este finde con Montse Mármol, en una aventura de muchos kilómetros para conocer a Woodic y cía, me lo ha vuelto a confirmar el eco.
Una encuentra de repente la vida cuando sale a ver qué pasa fuera y abre la cremallera de su sesera para que se cuele cuanto más mejor.
Encuentras gente generosa, inteligente y extraordinaria que te llena de mundo, de optimismo. Y piensas que no es que hayas venido a conocerla, sino más bien a verla otra vez, porque estás segura de que estabais unidas hace tiempo. Esas cosas que dicen que hay gente que conoces de otra vida, vete tú a saber de energía cuántica. La verdad que no sé yo si será eso, pero hay gente con la que conectas según llegas y la abrazas. Y es espectacular vivirlo.
Sin comentarios, snif