Festival de circo de Ávila, agosto 2019
Nos hemos venido a Ávila, a disfrutar de su muralla, sus gentes y del Festival Internacional de Circo de Castilla y León con @noemibenarrochassor, Gala y @carlospeon.
Ayer ya nos estrenamos con el espectáculo de LudoCircus que fue una maravilla. Nos gustó muchísimo y os recomiendo que si alguna vez os cruzáis en la vida con ellos/ellas, les dejéis que os la invadan.
Que os digo una cosa: a mí me dicen hace unos años que vaya a ver algo de circo y salgo dando pasistos cortos como Benny Hill colina arriba. Pero oídme cuando os aseguro que circos como el de ayer, los que me deis. Sin domadores ni tigres famélicos.
Mientras se ve a la peña volar, rodar, saltar y doblarse como una sábana bajera, una se siente hecha de conglomerado geológico, es decir, de una matriz de cemento y piedras musculares. Teniendo en cuenta que tengo el brazo derecho luxado por coger mal el ratón, os podéis imaginar lo que me impacta ver cuerpos dominados por sus habitantes. Me pasé la hora «¡la crisma!”, “¡la cabeza!”, “la ortodoncia”.
Pero es que además, me reí mucho. Mira que yo soy una persona que busco el humor hasta en los papeles del IVA, pero paradójicamente, me hacen gracia muy pocos espectáculos humorísticos. Sin embargo, el muchacho que se encarga de la parte clown del espectáculo, es pa verlo. No es que saliera queriéndome dedicar a eso, sencillamente, quería desposarle. Genial.
Luego nos fuimos a ver la muralla de cerca y a jugar con las sombras. Y nos hicimos varias fotos arty hasta que Manuela se vio afectada por la potencia de 1.000.000 candelas que desprendía el foco y la creí invidente pa los restos. Me sentí fatal, malamadre, madre-conglomerado-geológico, madre-delito (me acojoné de verdad) y ya partía pa Lourdes andando de rodillas para expiar mi culpa cuando se recuperó. Aunque en cuanto lleguemos, al oftalmologo de cabeza.
Otro día
Para fenómenos poltergeist, me quedo yo con esas familias que se empeñan en explicarles a sus hijos e hijas cada una de las escenas que ocurren en un teatro o cine. O que les dicen que contesten a los payasos. O que les enseñan animosos/as cómo dan ellos/ellas palmas, por si al niño/a en cuestión no se le ha ocurrido darlas de forma espontánea. “Haz lo que te digo sin decirte, pequeño vástago” que ni al teatro se puede ir a liberarse ya del yugo de la paternidad y el enfoque a resultados.
¿Por qué hacen eso? ¿Por qué les explicamos a las niñas y a los niños una obra de teatro, una poesía o una película? También la están viendo, escuchando, viviendo, ¿es que eso no es suficiente? Están ahí, reaccionando a su manera. ¡Déjenlos en paz!, y de paso, a las personas adultas que estamos alrededor intentando disfrutar sin didáctica y les estamos oyendo decir chorradas.
Cuando voy a ver una obra de teatro con Manuela y Hugo, no tengo ni remota idea de si se están enterando de algo. A saber lo que ocurre en esas cabezas y qué han conseguido pescar de los textos, la escenografía… Intuyo que a veces nada, o nada racional al menos, pero que algún poso les habrá quedado dentro en forma de ladrillo para construir mañana su casa. U hoy mismo. No hacemos luego puesta en común, ni les paso un examen a escondidas para asegurarme de que han sabido colocar la ira en el tarro rojo y aprendido la moraleja. Me da igual, pese al precio de las entradas.
A veces preguntan, claro. Y a veces, voy y contesto como acto reflejo, que tampoco soy talibana del silencio. Pero intento charlar, no adoctrinar. Les animo a dejarse llevar por sus intuiciones, sus representaciones, a ver por sí mismos. O les digo que no sé la respuesta, por no decirles que sólo sé leer la mía, porque es posible que no estemos viendo lo mismo. Como decía, a saber.
Despojemos a las cosas de la tiranía de lo que tiene que ser práctico, porque vuelve el mundo tan aséptico que aburre por todas sus esquinas.
Podría ser, en caso extremo y después de mucho reflexionar, que resultara que vamos al teatro o a un concierto para nada. Pues sigamos yendo, sin entender, sin que nadie nos explique, a experimentar a ver si es verdad que explotamos de hastío cuando no hacemos nada.
Una vez de pequeña me monté en un catamarán y navegamos por el mar a la deriva. La sensación debió de ser tan brutal, que todavía la recuerdo y sé que eso es calma. Y no os explico nada más porque no hace falta.
Otro día
Esta es la tribu circense. ¡Qué de gente tenemos que reclutar para el año que viene! @esderaiz, ¡id reservando que la próxima vez no os lo podéis perder! Ya os iré contando todo lo que hemos vivido e intentaré plasmar lo asombroso y lo aburrido. Eso sí, las risas que nos hemos echado se nos han pegado a la chepa y de ahí no quieren ni pensar en saltar al texto.
@noemibenarrochassor y @carlospeon, ¡por muchos años más de niños abulenses cantores de Hispalis!
Sin comentarios, snif