Yanquis go home!
Ejercicio para el curso La China en el Estanque, de El Sitio de las Palabras. La premisa era escribir un texto en el que cada frase empiece por una letra del abecedario, en orden. ¡Cómo me gusta el lenguaje y jugar con él!
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A partir de ahora, pienso fijarme bien en mis vecinos. Bajaré en el ascensor escrutando bien sus rasgos, para que no se me escape ni uno. Cara de gato, pies de pato planchado, orangután de culo mullido… Dentro de un tiempo, espero tenerlos todos clasificados.
Entenderéis que esta tarea me lleve un rato, claro, porque una no cataloga tan rápido como quisiera. Faltaría que encima se mudase alguno en el intermedio y tuviera que añadir nuevos miembros, para dilatar la tarea. Gente y más gente a la que diseccionar buscando similitudes.
Habría hecho mejor en buscarme otro pasatiempo, tenéis razón. Insisto en que sé de lo estúpido que esto parece, pero no se me ocurre nada más para matar el tiempo. Jamás en mi vida pensé que me aburriría tanto y algo he de hacer para salir del hoyo de la desidia. Kilómetros de pasillos, con anodinos apartamentos dentro, con familias dentro, con personas dentro, con características dentro que clasificar y etiquetar durante meses será mi actividad.
Lo lógico dado el panorama, sería abandonar esta tarea ingrata, puesto que nadie me la ha encomendado y no hay, por tanto, nadie que me la supervise. Mi mente me hace flaquear a veces y me muestra, vía correspondencia analógica desde mi razón, que estoy mal, quizás rozando la locura. No me importa en absoluto y sigo, como una demente, mi catalogación.
Ñu escaldado. Osezno con permanente. Papagayo con diarrea. ¿Quién sabe qué de categorías alcanzará mi estudio con el tiempo? Recostada en mi cama, hago un pequeño recuento de mi trabajo diario por si alguna se repitiera. Sería una gran casualidad encontrar similitudes tan exactas entre tanta gente, como dos hormigas bizcas, por ejemplo. Todavía no me ha pasado, pero estoy preparada, porque sé que puede ocurrir.
Una vez haya acabado, porque algún día acabaré, tendré que decidir qué hacer con ello. Vale, estoy de acuerdo: no creo que a nadie le gusten mis resultados, pero, ¿eso acaso quita importancia a esta misión? Walter Nosequé, mi vecino norteamericano, no creo que se pusiera muy contento si se enterara de que he tenido que colocarle, inexorablemente, en la categoría de grillo con barba en las orejas, porque ese muchacho es imposible que oiga bien. Xilófono en mano, nos castiga cada noche con sus ensayos – doremi, lasolfa – para no sé qué orquesta de un club suyo seguramente absurdo, así que se lo tiene merecido y punto. Yanquis, go home!, o aprended a tocar, leñe.
Zafarrancho de combate en el portal me espera como mis papeles secretos, la cara B de mi sonrisa amable cada vez que me cruzo con alguien, salgan alguna vez a la luz.
Sin comentarios, snif