Soria, agosto 2019

Soria, agosto 2019

¡Ya estamos en Soria! No es que esté yo de vacaciones, pero como mis labores son tan ligeras como el viento, he trasladado la oficina a mi lugar favorito del mundo y aquí andamos. Allá donde llegue la interné, allá que puedo darle a mis teclitas.

Por las tardes, nos vamos de picos pardos. ¡Lo que me puede a mí gustar una excursión! Aunque me ha dado un tirón en la espalda, con lo que camino como si tuviera articulaciones hidráulicas y arrastrando una pierna, que por el efecto reflejo de algún músculo extraño que nunca aparece cuando lo necesitas, me duele hasta la rodilla. Menos mal que Hugo y Manuela aún están en la edad de creer que soy así como Moisés caminando entre las aguas y que eso de elegir una ruta sencilla y plana, lo hago por ellos.

La Laguna de la Fuentona es una muy buena opción si tenéis lumbago y si andáis por Soria, por la zona de Calatañazor. Está al lado de un sabinar top trendy que ya si eso googleais para no daros la chapa por aquí. Don’t imitate, innovate.

Nosotros hemos aprovechado la gran caminata de 800 metros lisos, acaso con algo menos de desnivel que un tacón de aguja, para merendar subidos a una roca (con vistas a la laguna) un bocadillo de mortadela con pan de molde industrial. Un sacrilegio a todas las normas que rigen la comida saludable y una apuesta arriesgada para mis lumbares.

Creía, por un momento, que hacía noche en el risco, pero me he levantado con alegría porque un saliente de la superficie rocosa me estaba maltratando el o j _ t e, con perdón de ustedes.

A la vuelta, hemos recogido un cadáver de una mariposa para nuestra colección de fauna, que hemos empezado este verano y que ya consta con una rana momificada como posesión estrella. Con un telescopio de la recepción hemos visto los buitres leonados de los roquedos y una pareja de alimoches, que se quieren porque saben valorar su belleza interior. Gómez se lo ha pasado en grande, aunque por un momento se ha lanzado a un riachuelo y casi tenemos que ir detrás al rescate. La fauna es siempre gran compañera de viajes, aunque sea doméstica.

Otro día

Hoy íbamos dispuestos a montar en poni, pero hemos terminado en el río bañándonos y recogiendo restos de animales con las redes nuevas. Aquí, todo análisis es post mortem, con lo que no se me solivianten los/las animalistas, que no hay razón. Nos dedicamos a la necrofilia, pero sin filia.

Soria viaje en familia
Soria viaje en familia
Soria viaje en familia

Cuando ya nos íbamos, Hugo ha encontrado una cría muerta de algo que no sabíamos si era topo-nutria-rata o un llavero moderno que había perdido alguien.

Obviamente, dejarlo en la orilla del río no se ha contemplado como una opción real, pese a mis intentos de explicarles el precioso concepto de que polvo somos y en polvo hemos de convertirnos. Ahora tenemos un cuerpo sin vida de un roedor durmiendo en la cocina en una camita que le han hecho con una toalla, con embozo y todo.

  

Debía haber muerto hacía poco porque venía blandito pero al rato se ha quedado como una piedra, lo que mis conocimientos de medicina forense gracias a la novela negra identifican como el avance implacable del rigor mortis. Al menos, ha pasado a mejor vida en el tranvía del lujo porque al llegar, Manuela le ha dado un baño de espuma y le ha peinado con raya, visto lo cual me he asustado un poco. Me he sentido obligada a sentarla y con todo el amor del mundo y el tacto posible, ¡¡¡decirle que estaba jugando con un puto cadáver!!!

Pese a todo, como os decía, hoy le tenemos durmiendo en la cocina tapadito porque refresca. ¡Esto me pasa por no querer comprarle una Barbie!

Pero bueno, al menos nos ha servido para acercarnos a la fauna local, gracias a la llamada del comodín que le hemos hecho al gran @aitorgalangarcia. Si alguien sabía qué demonios era eso, era Aitor, porque es una máquina en todo lo que respecta a bichos. 

De hecho, estoy intentando convencerle secretamente para que monte un club de naturaleza para familias y que nos lleve a fliparlo al campo. ¡O por Madrid! Organiza unos paseos por el Manzanares, las Lagunas de Velilla y mil sitios más y de verdad de la buena, es una maravilla escucharle. 

Otro día

Ayer estuvimos en La Laguna Negra, dándonos un paseíto por sus alrededores. Coronamos la cumbre en autobús, lo confesamos, pero luego nos hicimos la caminata de vuelta, convenientemente diseñada cuesta abajo y sorteamos todas las pruebas del camino como auténticas/os excursionistas.

La aventura discurrió apaciblemente y mi lumbago, castigado por el colchón de muelles, se portó bien. Lo único, que al final casi hago los últimos metros en braille, porque se me olvidaron las gafas de ver en el coche y lo único graduado que tenía eran las de sol, que combinan mal con las horas de crepúsculo.

Soria viaje en familia
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Soria viaje en familia
Soria viaje en familia
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Ya en el parking, que estaba cuasi-vacío, esperamos al anochecer sin prisas y pelada de frío yo, porque me traje una camiseta de tirantes pensando que era un jersey y cuándo lo saqué de la bolsa, todo el amor que me tengo se hizo minúsculo. Menos mal que llevo años acumulando adipocitos por si llegaba este momento en el que la vida me pone al borde de la congelación extrema en travesías de alta montaña.

Llegamos al pueblo tarde, por lo que Carlos (el amigo que está pasando unos días con nosotros), no pudo disfrutar de sus clases particulares de cicloturismo activo. ¿Os podéis creer que a su edad, siendo padre de familia, no sabe montar en bici?

Nos lo hemos tomado a lo personal y hemos prometido que este muchacho abandona Soria listo para el tour de Francia (bueno, quizás de momento, para la ruta de las vías verdes), así que antes de ayer empezaron las clases de acompañamiento asistido al pedaleo.

Los/las que frecuentáis los pueblos de España ya os imaginaréis que esto se convirtió en un espectáculo y tuvieron un público animoso, dispuesto a dar consejos y a echarse unas risas con el chaval “de 50 años” (hay espinas que seguro que Carlos se lleva clavadas en el corazón de su paso por Castilla) que no sabe ir en bicicleta.

Todavía ayer, venía un niño pequeño contándole a otra niña de su edad que si quería ir a casa del Hugo a ver a un señor que no sabía montar en bici, como si tuviéramos alojada en casa a la mujer barbuda o a un conejo con siete cabezas. Estaban flipando.

Por cierto, que Topollillo fue ayer convenientemente enterrado.

Otro día

¡Qué de cosas nos pasaron ayer!

Por la mañana fuimos a comprar el pan y al llegar al pueblo, resulta que había una fiesta con desfile y todo. Con el fin de agradecer y reconocer la acogida que muchos/as de los vecinos y las vecinas tuvieron en diferentes países de Latinoamérica, cuando se vieron obligados a dejar su hogar y emigrar lejos sin sus familias con una mano delante y otra detrás, se hace todos los años una fiesta del indiano con representaciones de varios países que cantan y bailan para mostrarnos su maravillosa cultura.

Y a mí es que estas cosas me dan como alegría y emoción y me escondo detrás de mis gafas de sol para soltar la lagrimilla. Lo mismito que me pasa cuando acogemos, como pueblo solidario e históricamente emigrante que somos, a todos aquellos y aquellas que llegan a nuestras fronteras huyendo de la guerra y el hambre. Ah, espera, que no lo hacemos… vaya… Bueno, es que nuestro caso era distinto, claro. Obvio. Ni que decir tiene. Nuestra emigración era otra cosa, era limpia y por vicio, no necesidad, eso es verdad.

Luego nos fuimos al pantano, a bañarnos respirando la belleza de la naturaleza. Nosotros y más gente, que había decidido que el parking a escasos 300 metros estaba lejos y que se las ingeniaron para recorrer caminos de tierra llenos de baches, para dejarse los amortiguadores pero poder aparcar, literalmente, a orilla del pantano. 

Soria viaje en familia
Soria viaje en familia
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Solo así puede desplegarse la mesa, el toldo, las sillas, toda la vajilla… y hacer de esa orilla una extensión del salón de tu casa, porque no te es suficiente verlo todos los días. Llevarte siempre a ti mismo a cuestas es lo mejor cuando viajas, porque así te traes contigo tu zona de confort y tienes la radio del coche cerca para poner a Julio Iglesias en vez de oír los pájaros.

Por la tarde acabamos el día encontrando un cadáver de zorro en medio del bosque. Yo me había bajado a hacer unas fotos en el pinar con la golden hour y ahí estaba el muchacho (o muchacha), esperándonos, sin duda. Con la de hallazgos mortales que llevamos, pareciera que el espíritu de la taxidermia nos quisiera decir algo.

 

Todo empezó bonito, cuando se les ocurrió hacerle una buena tumba rodeándolo de piedras y cubriéndolos con piñas. “Mirales”, me dije, “es que son pura alma Waldorf” y ya me veía yo invocando con la voz timbrada a los espíritus del bosque. Pero la ilusión se me desvaneció cuando a Manuela se le ocurrió coger un palo para hacerle una disección rudimentaria y ver si aún tenía el corazón y el estófago. “A ver”, nos dijo, “le estábamos haciendo la camita por si se despertaba de su sueño eterno, pero si es un sueño eterno, pues nunca se va a despertar, porque entonces no sería eterno”. Punto y final. Al carajo con la mística y la camita.

Así que comenzaron las tareas de excavación y exhumación del cadáver bajo las piñas que le habían puesto encima, para comprobar que debajo del pelo solo había huesos. “Ya lo imaginaba, porque nada más llegar le he clavado un palo en un ojo y no había nada” (excuse me?! ¿Desde cuándo mi hija es una versión mejorada de Exterminator?). En fin, que llegamos por tanto a la conclusión de que los huesos y el pelo no debían estar ricos y que no había sido devorado por una alimaña o carroñero porque estaba demasiado entero, sino por microorganismos, lombrices o ácaros feroces. Con tanto árbol, los buitres que un día vimos zampándose una cabra en el camino no debían haberlo visto.

Soria viaje en familia
Soria viaje en familia

Abandonando las enseñanzas de la muerte, como si tal cosa se dieron la vuelta y se pusieron a construir una cabaña bien bonita con ramas.

Ahí está el Yin y el Yan: ante la destrucción de la vida, la construcción de un chalet. Así se manejan las emociones, sí señores. Ni transiciones, ni leches: un par de palos y la ilusión de construir algo con sus propias manos y todo vuelve a su cauce. Aunque, para ser exactos, para ellos nada se había salido del curso.

Soria viaje en familia
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Otro día

Este año tenemos coche nuevo y eso nos ha abierto un mundo lleno de posibilidades. El que teníamos antes estaba ya viejuno y este verano estrenamos un bólido que ni os cuento. Va cuesta arriba, tiene intermitentes, la calefacción se puede apagar y la radio suena en todos los asientos de forma homogénea, sin que nadie pierda el tímpano y otros no escuchen más que susurros.

Y puede ir por caminos de tierra y baches, con lo que no paramos de ir por caminos de tierra y baches, como era de esperar. Somos muy felices.

Hoy nos hemos ido de multi-aventura a rastrear espacios prístinos y hemos llegado a una zona muy bonita del pantano con las cuatro ruedas puestas (hemos aparcado en la pista, que conste). Un paisaje espectacular.

En un momento dado, hemos oído vacas muy cerca pero, desconociendo la velocidad de crucero que puede llegar a tener la carne de vacuno cuando aún está viva, nos hemos puesto a salvo. Ha sido en balde porque al final, nos hemos visto rodeados por toda la ganadería de la zona sin poder remediarlo.

Nunca he estado delante de un oso pardo o un tigre, pero la vaca es un animal que para mí es sinónimo de fauna silvestre de poco fiar y me da miedo. Con esos ojos de mirada profunda, esa inexpresividad en sus facciones y ese cuerpo, no me queda claro si son tontas o chungas y mi cortex cerebral se queda con la segunda opción. Lo único bueno de la vaca son los lácteos y el chuletón (para quien le guste), así que mejor lejos.

Hugo, sin embargo, ha dejado volar el pastor que lleva dentro y con un palo se ha lanzado al ruedo como si andara entre peluches. Este niño es carne de pueblo.

En el momento de clímax, ha pasado a escasos diez metros de nuestras sillas un mastodonte y justo ahí, otro mastodonte que venía detrás se ha montado encima con actitud cariñosa. Creíamos que íbamos a presenciar una cópula en toda regla, como si estuviéramos en un documental de La 2, pero teniendo en cuenta que la que montaba era la vaca al toro, hemos concluido que simplemente era un momento de apretón no coitocéntrico y andando.

Luego se han ido y nos hemos quedado con sus moscas, cosa que nos ha importado poco porque cuando hemos querido recoger los bártulos ya eran las 22h.

Otro día

Hoy han tocado las fiestas del pueblo de al lado. Juzguen ustedes cómo nos lo hemos pasado a tenor de las imágenes que procedo a compartir.

Soria viaje en familia
Soria viaje en familia
Soria viaje en familia

Y después de soltar adrenalina, hubo que tomar algo de chocolate en la plaza. Que se pusieron varias veces a la cola para coger bizcocho hasta que se agotaron las existencias.

Otro día

Hoy es nuestra noche en Soria porque mañana salimos camino a Burgos, donde nos juntaremos con la familia @esderaiz para visitar Atapuerca el domingo. ¡Qué ganas tengooo! De verles y de conocer a los cavernícolas, ambas cosas.

La noche no puede prometer más, porque son las fiestas del pueblo y ahora mismo están preparando el autocar de la Festimóvil Disco-Soria en la plaza, que debe estar a unos cinco metros en línea recta de nuestra casa. Dentro de once minutos empezará el repertorio de clásicos de hoy y de siempre, no sabemos si hábilmente interpretados por las voces aterciopeladas de un grupo local o gracias a la destreza de Dj. 

Lo único que tengo cristalino es que a tenor del tamaño de los altavoces, vamos a generar una huella sonora igual al tamaño completo de la España vaciada y también sé que hoy no duermo. No por el ruido, sino porque es imposible dejar de cantar éxitos de toda una vida mentalmente cuando los oyes, sobre todo cuando parece que tienes a Danza Invisible y a Olé Olé acampados en tu dormitorio. Ya veréis como se me pasan las horas cantando Labios de fresa sin poder evitarlo.

De momento, hago reposo y espero en el salón de casa, escribiendo esto y leyendo Patria, de Fernando Aramburu. Un libro magnífico que me está encantando (recomendable muy mucho) pero que no podemos decir que te disponga adecuadamente para la fiesta. A ver con qué cuerpo escombro salgo ahora a enfrentarme a los Hombres G con los vecinos.

Estos días atrás, entre mis lecturas y las de Carlos, que estaba enfrascado en la lectura de Tan Poca Vida, era como para vernos. En una silla de playa, los dos sobre los libros y de vez en cuando, levantando la vista y soltando un “bufff”.

Mi hija no entiende que lea un libro de sufrir y no sé explicárselo. Creo que voy a hacerle el regalo de que lo descubra por sí misma cuando le toque porque ponerle palabras a eso, es chafarle el momento.

En fin, que creo que suenan los acordes de Eloísssssse. Tino me llama y he de adentrarme en el pelete soriano sin excusas. Iba a salir con la bata-manta de leopardo, pues una se cree desde fuera que en un pueblo de tres habitantes es posible pasear como se quiere, pero no. En un pueblo pequeño se hace de todo menos lo que una quiere.

Sobre la autora (o sea, yo)

Sin comentarios, snif

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