Alicante, septiembre 2018
Pues ya estamos en Alicante. Hemos llegado este mediodía y ya tenemos dunas de arena en la habitación y todos los bañadores sucios, porque mis hijos, allá donde van, siempre hacen de cada ocasión una pasarela Cibeles. Cinco modelos por cabeza les saben a poco y se los han ventilado en pocas horas.
Mi hija Manuela ya ha dejado claro que ella se piensa pasar los días y las tardes en el agua, que digo yo que la familia de 5 generaciones del OPUS de piojos que le detecté ayer en la cabeza podrían ahogarse y así ganábamos algo.
¿De dónde salen esto bichos mutantes? ¿Nunca mueren? ¡Si hicimos el tratamiento de la aspiradora todos este verano! Por si acaso, antes de salir me he hecho con un producto que promete ser la bomba napalm de los parásitos capilares y mañana nos embadurno uno a uno sin recular, so pena de quedarnos calvos/as. Hay que acabar con ellos, que no es plan de empezar el curso escolar repartiendo tanto cariño entre los amigos y amigas.
Calamar se debate entre saltar olas non stop y la película de después de comer. He aprovechado para subirme con él a dormir la siesta pero a este niño le pones Netflix y tira hasta Nochevieja sin pegar ojo. Y yo que pensaba aprovechar la duración del film para echar una cabezada, no he podido sacar partido a mi bajada de tensión para lanzarme en los brazos de Morfeo porque a la mínima me atizaba una patada de riñón o un codazo certero en pleno plexo solar y me alejaba de la paz espiritual y física.
Y para que me matéis, no tengo fotos de pies ni nada, pero que sepáis que estoy durmiendo en una habitación a 20 metros de la playa (por dejar holgura en mis cálculos), con la ventana abierta, y que solo oigo ahora mismo las olas del mar. Es tan placentero que hasta se me ha olvidado lo que es la Ley de Costas y la ecología dunar, pero por favor, perdonádmelo por unos días .
Otro día
La gente que decís que os gusta tanto el mar, sentís también la humedad, ¿no? A ver si es que esto se divide entre humanos/as inmunes al efecto mojado continuo y las que no. ¡Qué calor y qué sudores!
Otro día
Estoy hecha una loba de mar. Esta mañana, me he dejado llevar mar adentro por Javi en una colchoneta, que ha tenido un arranque de romanticismo mezcla de Arturo Fernández, chatina, y Jacques Cousteau y se ha puesto ahí a pasarme por las profundidades. ¡Madre mía qué aventura!
De repente, cuando ya superaba mi distancia de confort de la línea de costa, me ha entrado un poco de pánico y he visto mi vida en fotografías subacuáticas, editadas y todo con Lightroom. Me he puesto a chillar como una loca (literal) cuando su pie ha rozado mi talón, creyendo yo que era una alimaña marina omnívora buscando el desayuno y le he pedido que cesara el viaje ultramar ipso facto. A lo que me ha contestado que no flipara, que la alimaña había sido su pinrel y que todavía hacía pie, con lo que entre mi culo y el suelo no cabía más animal submarino que un arenque pelao. Y luego me ha llevado a tierra firme andando y en dos zancadas.
Ay, madre, que yo soy más de ver las olas desde la orillica y ahí me he quedado, que ya había sobrepasado mi línea de flotación en el paseo por los años venideros.
Esta mañana hemos abordado la operación piojos, que durará hasta junio 2019. He cogido el tarro cargadito de químicos como un demente coge una kalashnikov con disparo modo ráfaga prioridad apertura, y al grito de “morid, indeseables” nos he rociado a toda la familia. Ha habido muchas víctimas en el campo de batalla aunque, como dormimos en las mismas sábanas y nos peinamos todos con el mismo cepillo, la derrota del batallón piojoso ha sido simbólica. Pero algo es algo y ahora tenemos todos el pelo estropajo, que es algo que une mucho como familia.
He viciado a mi suegra y a mi cuñada con el Rummi y ahora somos ludópatas de playa. Nos han tenido que echar del bar del hostal porque no había forma de dejarlo. Lo malo es que hemos mirado las reglas del juego en internet y había muchos vacíos legales, con lo que nos las hemos inventado por consenso. Ahora no vamos a poder presentarnos a campeonatos regionales ni nada, porque a ver quién nos quita los vicios adquiridos en el juego para cumplir las verdaderas reglas. Una pena porque yo veía en nuestra profesionalización una salida laboral sólida.
Otro día
Esta mañana me he metido en aguas-profundas-donde-se-hace-pie, como dice mi amiga @noemibenarrochassor, y me he atrevido a take a walk en mi wild side.
Me he enrollado pabajo en plan churro el bañador y me he hecho un topless con cinturilla baja, dejando mis tetas al loco ajetreo de las olas. ¡Qué gusto! ¡Qué maravilla dejar de sentir su peso! He notado de repente hasta la presencia de mis omóplatos, la clavícula, mis hombros… ¡Pero si están ahí!
A Calamar y a Manuela les ha hecho gracia esto de verlas flotar tan arriba y han estado un rato mirándolas hasta que he visto que Hugo se quedaba varias veces bizco intentando seguir su vaivén. Por mi parte, me he dado cuenta de cómo cambiar de pronto tu centro de gravedad te redescubre partes que quedan eclipsadas normalmente. Todo ha cambiado de sentido, mi caja torácica era otra. Y os he envidiado mucho a las que encontráis talla en Oysho.
En fin, que luego he vadeado hacia la orilla creyéndome una sardinilla y según he salido al espacio aéreo la rodilla me ha dado un calambrazo y la vida me ha puesto en mi sitio de forma muy displicente y a mis tetas, ni os cuento. Han caído cuatro enteros de golpe.
Luego, después de comer, Calamar se ha echado una señora siesta en mis brazos. Como sé que me queda poco de esto, pues me he pasado un rato disfrutando como una enana de tenerle ahí acurrucado y tan feliz.
Y para rematar, ¡hemos recibido la visita de @soylaquiles en el Hostal Maruja! Nada más y nada menos que compartiendo granizado de limón con una grande, que encima nos ha traído un libro suyo, que por supuesto hemos leído dos veces en el transcurso de la cena.
Y ahora, vamos a dormir que ya está bien de tanta fiesta
Otro día
Medio país volviendo al cole y nosotros/as aquí, atrincherados frente al momento temporal y mirando las olas como si la cosa no fuera de nuestra incumbencia. ¿Qué ordinariez es esa que oigo por ahí de que las vacaciones se han acabado? A veces decís unas cosas…
La vida en nuestro retiro veraniego nos hace pensar que vamos a ser jóvenes con arena pegada toda la vida y aunque por las mañanas nos hacemos los serios y mandamos presupuestos para poder comer a la vuelta, luego nos tomamos una jarra de tinto de verano con limón y el vino peleón nos sumerge en la amnesia. Y lo que queda por ahí suelto en la memoria lo matan los ácidos grasos polisarurados del recurrente rebozado del menú del día. La vida es un cúmulo de ecuaciones sencillas causa-efecto.
Personalmente, más me vale recargar las pilas porque septiembre se presenta completo. Este verano ha sido muy intenso y tengo fotos en el ordenador como para convenceros de que mi vida es idílica pese a que tal afirmación dista mucho de la realidad, pero también han ocurrido cosas en el seno de mi vida personal que me han hecho estar mirando estos días para dentro durante largas horas.
He trazado un plan a lápiz y ponerlo en práctica va a suponer repensarme muchas veces, pero creo que va a ser un cambio positivo. Tengo bastantes cosas buenas a las que agarrarme y nuevos retos profesionales a la vista que me hacen muy feliz, así que la cosa pinta bien.
Y es mucho mejor que la catarsis y el duelo, la expectativa y lo nuevo, te pillen en agosto en la playa que en plena cuesta de enero, ¿o no? La silla y la sombrilla me han dado la vidilla para coger carrerilla. Soy una tipa con mucha suerte cronológica (y más).
Por otro lado, estoy sacando tiempo para leer y casi casi me estoy acabando el libro del club de lectura, La Mancha Humana. Que no sé si es que estoy yo dándole vueltas a lo mío o es que hay que ser de un intelectual que asusta, pero creo que hay grandes vacíos en la novela que he leído así como en vertical, como si fuera una sopa de letras y estuviera buscando las combinaciones clave. Ay, se me va a ver el plumero el día de la reunión, que mis compis seguro que han entendido todas las palabras.
Otro día
Ya estamos en Madrid y calculo que mañana empezaremos a pelarnos y a cambiar de piel. Vamos a aprovechar el moreno las horas que nos dure, ¡arriba ese ánimo!
Resulta que los dos últimos días de playa nos salieron pasados por agua (mucha agua) y tuvimos que hacer una adaptación sobre la marcha de lo que había venido siendo nuestra actividad básica hasta el momento.
Pasamos del perpetuo remojo en el mar a centrarnos en ingerir toneladas de alimentos en el menú de la pensión completa, que habíamos empezado controlando pero que se nos fue de las manos con el devenir de las horas esperando el sol y acabó con combinaciones aberrantes en una misma comida del tipo chipirones de primero con lomo ibérico de segundo. Y mucha patata frita. Y así todo el rato, haciendo oídos sordos a la cordura, la gordura y las digestiones pesadas.
No obstante, esta causa de fuerza mayor nos hizo buscar alternativas e hicimos una excursión a unas salinas a 500 metros del hostal. Nos lo pasamos fantásticamente yendo por las pasarelas leyendo los carteles de las plantas y viendo los flamencos. Hugo se tomó muy en serio el tema de que para ver animales hay que ir en silencio y se sintió engañado al no haber visto a la culebra de escalera con lo bien que estaba haciendo de zoólogo. No puedo decir que le acompañara en el sentimiento porque no sé la capacidad letal de semejante reptil, pero con verla pintada me parecía suficiente, que yo ya tengo mucha imaginación y con eso me apaño.
Luego acabamos la ruta en una playa desierta, a escasos metros de la playa que está abarrotada, que así es la naturaleza humana, y tal fue la sensación de libertad que nos quitamos la ropa y nos bañamos los cuatro en bolingas. A veces pienso que somos demasiados/as en el mundo porque los lugares vacíos me encantan (menos si son por la noche y voy sola). Puedo dar ideas de alguna gente que sobra, por si hay que hacer hueco.
Y en fin, que llevo encima un master de Rummi (500h lectivas) y que de vacaciones se está la mar de bien, ¡qué leñe! Todo te da igual, crees en la felicidad, te enamoras de tu familia. Son todo ventajas. Ahora estoy intentando adaptarme a la rutina y me cuesta, no voy a mentir.
Menos mal que el otro día en la playa, me dijo Calamar cuando nos bañábamos que estaba escuchando a todos sus primos (los calamares del fondo) y que le decían que íbamos a ser muy felices. Y si te lo dice un calamar, una sepia o tu hijo tumbado en una colchoneta mientras le cantas una canción de Kiko Veneno para relajarnos, como dice él, pues es palabra sagrada y punto.
Yo, al menos, estoy muy contenta de que me haya tocado sonreír y reír mucho en la rifa. Así, la depresión postvacacional es una quimera.
Sin comentarios, snif